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FUENTES HEMEROGRÁFICAS

El fondo hemerográfico con el que cuenta la biblioteca corresponde en su temporalidad a principios del siglo XX. Entre los periódicos y revistas, se cuentan con tomos de el "Mercurio", "La Semana Ilustrada", "El hijo del Ahuizote" y "Revista de revistas", entre otros. 

Hemos desarrollado una investigación sobre el cine y la fotografía buscando información en el periódico "Mercurio" de 1926 a 1928, es por ello que compartimos nuestros hallazgos de algunas notas periodísticas con relación a estos temas.

"Labor Artística y Progresista de los Hermanos Aragón".

El 28 de marzo de 1926 se publicó el suplemento dominical del periódico El Mercurio, ilustrado con imágenes fotográficas, donde entre otros temas, se puede leer un reportaje sobre la labor artística, fotográfica y comercial de los hermanos Óscar y Arnulfo Aragon, también pioneros del cine en Oaxaca y cuyo local se encontraba en la Avenida Independencia 62, del Centro de la ciudad. A continuacion, trascribimos el reportaje:

"Es verdaderamente notable y un legítimo orgullo para Oaxaca, la labor artística que vienen desarrollando desde hace algún tiempo los señores Aragón en los distintos ramos a los que se han dedicado.

No es la nuestra una banza exagerada de sus méritos sino una justicia que se hace a los hombres que teniendo un ideal aun sin contar con los medios suficientes para ello, logran alcanzar el triunfo, y este triunfo, muy merecido por cierto refleja en su tierra natal conquistándole honores y distinciones.

Los señores Aragón en sus trabajos fotográficos se han distinguido aplicando siempre los métodos más modernos y su taller es el más acreditado de la ciudad, pues para ello han hecho loables esfuerzos.

Han hecho evolucionar notablemente la industria de la cerámica, pues sus trabajos, algunos de los cuales aparecen en cliché puesto al calce, son de exquisito gusto y de un estilo completamente moderno.

En la pintura y la escultura los señores Aragón tienen algunas obras que rivalizan con las de los buenos maestros ya consagrados por la fama y las que alcanzan gran aceptación entre las personas conocedoras.

En el grabado aparecen los señores Aragón junto a su Cámara Cinematográfica, rama del arte en el que han hecho grandes progresos, siendo los primeros que en Oaxaca, han logrado presentar revista de caracter local, que han sido admiradas por toda la población.

Hombres de caracter estudiosos y progresistas como los hermanos Óscar y Arnulfo Aragón, merecen ser estimulados y ayudados en todo."

Nota del 28 de marzo de 1926, Periódico "Mercurio".

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ENRIQUE ITURRIBARRÍA (PETIT) DEFIENDE SU PELÍCULA DE 1926
​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​LA NINFA EXTRAVIADA

 

Debido al artículo publicado con el título “ La Película de Petit” por el Sr. Dr. Ramón Pardo, el día 8 del presente mes en el Diario “Oaxaca Nuevo”, voy a escribir algo sobre los dos pequeños ensayos cinematográficos que se exhibieron el 29 de Abril próximo pasado en el Teatro “Luis Mier y Terán”.

​En primer lugar, agradezco al Señor Pardo lo haya hecho, puesto como en verdad, él, para conmigo ha tenido ninguna mala voluntad, debo creer que su opinión la dio francamente, lejos de toda adulación y animadversión. Esto indiscutiblemente tiene su valor. Vertió su sentir, que para él, es la verdad, máxime, por estar robustecido con la opinión de muchos de los que fueron espectadores. Perfectamente; cada quien es muy dueño de ver las cosas según su intuición; digo “intuición” porque para juzgar a “La Ninfa Extraviada” es necesario hacerlo estéticamente. Voy yo también, pues, para corresponder, a dar mi opinión, lejos de toda adulación y animadversión.

​De no haber aparecido el referido artículo, no habría escrito ni publicado nada, pues que los títulos que escribí para la cinta eran suficientes para comprender la elevación de la idea, ya que no fué posible llevar a la pantalla todo el argumento que brotó de mi mente, y del que más abajo hablaré. Entretanto, voy a referirme a unos puntos de su opinión. ¿Que el regocijo de esa mafruna se convirtiese en desilusión? Sí es cierto; todos esperaban mucho más. Pero también es muy cierto que yo siempre a todos aquellos que me preguntaban —con entusiasmo que agradezco sinceramente— cuándo sería la exhibición, agregando que tenían muchas ganas, muchos deseos de verla, les contestaba que pronto, haciéndoles notar que eran dos cintas muy sencillas, de poco valor; que se había tropezado con muchas dificultades; que el dinero de que dispusieron los hermanos Aragón había sido escaso; en fin, que era una simple orientación, como para entre todos nosotros y nada más. También a muchos dije que “La Ninfa Extraviada” era bastante fuerte; conté algunas escenas de las más subidas: en una palabra, no mentí ni engañé a nadie. Los entusiasmos, los sinceros deseos que todos tuvieron para ver la cinta, no sólo porque esperasen que yo podría hacer algo regular, como en algunas ocasiones lo he solido hacer en la comedia y el drama, sino también por cierta buena voluntad, los agradezco con la misma sinceridad y lamento que hayan quedado descontentos.

 

“Letreros de una franqueza tan alarmante” como el Doctor Pardo afirma, sí, en efecto, así fueron y son; iban de acuerdo con lo que allí sucedía, pero en sentido elevado. Para mi no fué ni será nunca una “leperada”. “Los gritos y las manifestaciones de las galerías que tomaron por su cuenta la acentuación escénica”; aunque yo no fuí en la tarde, sí lo creo; seguro que a todos los que gritaban no les atraían los títulos, porque eran para comprender la elevación de la idea. Yo fuí en la noche, y lo único extraño que noté, fué que después de las risas y gritos de los muchachos por lo de la aventura, cuando apareció Kalistos se hizo un silencio discreto durante todo el tiempo que duró, con excepción de cuando bailó el sátiro el Charleston: pero debo hacer notar que ya se había mutilado la cinta; vi que se le suprimió como la tercera parte de los más expresivo, o “lépero” como dice el Doctor, sin embargo, lo que quedó, así pudiera considerarse dentro de “la media tinta”, no por eso debía de dejar de ser mala como la llaman. Dice el Doctor “ y es que el señor Petit y los señores Aragón, no pudieron escapar a la fatalidad que parece seguir a todos los imitadores; imitaron lo grotesco, lo feo, lo ridículo, y pasaron por alto las bellezas y cualidades que hacen tan apreciables al objeto de la imitación”. Sin ocuparme de demostrar la ambigüedad a que se prestan las palabras “imitadores”, “imitaron”, por el modo de usarlas, declaro que nunca he sido imitador de nadie; nunca he tenido necesidad de serlo; a nadie le pido me enseñe a distinguir lo bello de lo feo, mi intuición estética es lo suficiente rica; sí, me considero dentro de la sentencia”nada hay nuevo bajo el sol”.

 

Estuvieron mal informadas las o la persona, cuya ingenua indulgencia agradezco, al decir al Doctor Pardo que yo tomé este asunto de la Iliada, lo tomé en un libro maravilloso: en la vida-arte. Y si el divino Homero, que fué altísimo en esa vida, se le hubiera ocurrido escribir algo semejante, como ayer y hoy se les ha ocurrido escribir a tantos escritores, no sólo eso sino cuántas otras cosas semejantes y más fuertes que han sido producidas por hombres de gran valía, no por eso había de ser menos desfavorable el fallo que mereció “La Ninfa Extraviada”.

 

Dice Antonio Caso que “El Sátiro” de Víctor Hugo creó el modernismo francés. Desconozco el libro, pero me cuesta mucho trabajo imaginarme que lo haya escrito para pintar un sátiro pudoroso, sin embargo de que la paradoja se presta.

 

Dice el Doctor “La verdad es que la tal película fué para nosotros una verdadera revelación”. Indudablemente no hay porqué alarmarse, así como todos los hombres tenemos algo de locos, así también todos los hombres tenemos algo de sátiros.

 

Yo, que gusto de sentarme, cuando mi espíritu se diafaniza, en el sereno mirador de Nietzche, “Más allá del bien y del mal”, produje y contemplé a “La Ninfa Extraviada” desde ese mirador. Son cual fuera la lente a través de la cual la contemplaron los demás, yo su autor y actor, declaro ser su completo responsable, y como el defensor de Fryné, la griega de formas bellísimas, soy defensor de Kalistos, la encantadora ninfa, la más querida de Artemis Febea. Quisiera publicar todos los títulos para que fuesen recapacitados, pero es difícil; esto se va haciendo largo y temo no tenga cabida en el periódico por falta de espacio. Voy a transcribir por lo menos tres, siendo el tercero uno de los más expresivos y declarando que en ninguno todos son más o menos del mismo tenor usé una palabra que merezca el calificativo de “vulgar”, ni mucho menos de “lépera”:

 

“Avanza el día, y a la esplendorosa florescencia de los rayos del Divino Helios, vistese la tierra de las chisantes y áureos colores entre las frondas, las aguas, sabinas y helechos… No es la mañana, no es la tarde, no es la víspera penumbra que en días luminosos nuestros ojos abiertos contemplan… Es extraña y singular belleza, algo inefable, algo así… como el himeneo de la luz y la noche… Es la otra vida, la vida de los ojos cerrados, la vida del cuerpo dormido y el alma despierta, libre, con alas para subir y bajar por los mundos ignotos… Y si no fuera porque el Semidiós de las Selvas va hiriendo las áureas y rizadas aguas, allí, de Diana su lugar predilecto, aparecieran bañando sus castos y enloquecedores hechizos, las hijas del océano, Artemis Febea y sus ninfas…

 

“Temerosa de ser vencida, —la castidad púber es la más fértil— dá un grito mudo llamando en su auxilio a su Diosa… Y al oír su espíritu las divinas palabras de Artemis Febea: “La que a mi vera duerme ha de ser pura como la etérea luz…”, siente que su alma se ensancha, y enérgica acelera la carrera, después de haberse escapado nuevamente del Selvático Seductor…”

 

“Mas ay!… la floresta háse saturado de hiperestésica afrondisia… víctima es el ambiente del dulce—enajenante deseo que supera a la muerte… todo tiende a volverse un canto de vivificante delicia genésica… todo anuncia la desflorante florescencia de los seres… óyese ya el grito de la vida que no perdona que sus leyes se mancillen… ¡Todo ha de cantar bajo las leyes del Génesis!…”

Este el título como dije más expresivo; es el que encierra la psicología del sátiro brutal; pero en la parte escénica fueron conatos de más o menos fuerte sugestión, sin llegar nunca a esa exageración de que se ha hecho tanto alarde. La ninfa en estos conatos se representó el papel de defensora de la pureza. Además, si las frases de este título y de todos los otros se insiste en no comprenderlas, como se debe, a través de una lente elevada, sino buscando en ellas todo lo vulgar, entonces sí, ya no es posible discutir. Por consiguiente, si esto no se lee en su sentido elevado, vayamos a las librerías a sacar, para quemarlos en la plaza pública, tantos libros de autores exquisitos, que dan cátedra a estos títulos. En fin, ya Júpiter se llevó a Kalistos y la tiene en el cielo como la osa mayor.

 

Hube de servirme de Sátiro, para representar el polo opuesto de mi argumento. No lo pinté para enaltecerlo; tan es así que el efecto que produjo fue repulsivo; si lo hice representante del amor brutal, suspendiendo la escena hasta donde se debía, fué porque el tema que desarrollé y después completé y aumenté, inspirado en el pasaje de Diana, me lo imponía para la diáfana claridad de los contrastes. Voy a dar a conocer de la manera más concreta que me sea posible, cómo desarrollé el pequeño tema en un principio. Cuando me invitaron los señores Aragón a dar un paso en el arte cinematográfico, no obstante mis ningunos conocimientos en esto, me presté, aunque bien presentía que muy poco se lograría por las muchas dificultades con que habríase de tropezar; sin embargo acepté, prestándome como siempre lo he hecho, a rendir culto a todo aquello que se relacione con la belleza. La vida, desde niño, me ha servido bastante dolor; pero en cambio, tengo que agradecerle algo que casi siempre es a costa de ese dolor: una ventana que da acceso a todo lo bello, lo hermoso, lo sublime. En esta ventana que llevo en mi interior se sienta mi alma, y desde allí contempla los encantos de la existencia, entre tantas miserias y cosas feas que no podemos evitarlas. Quien se imagine que yo soy incapaz de saber de los sentimientos purísimos, se equivoca por completo; precisamente por tanto anhelarlos he sufrido miles de decepciones; yo sé del dolor hondo pero también sé de la exquisita felicidad de las emociones dulcísimas y embriagadoras que conmueven todo mi ser; aunque fugitivamente pasan… me besan y se van; mi fatalidad ha consistido en no poderlas retener. Tengo, no sé si por desgracia o por ventura, aunque parezca pretencioso, una sensibilidad exquisita, en la que repercuten en su grado máximo, todas las sensaciones, emociones y sentimientos del existir; pero soy humano, y ligado estoy a todos los defectos. En fin, suspendamos esto, pues de lo contrario iría a dar a las íntimas confidencias que en la mayoría sólo producen risa y burla. Decía que acepté hacer un ensayo. Se convino en que sería una pequeña cinta cómica. De esto hablaré poco para terminar pronto. Sólo diré que se hizo lo que se pudo: cada quien, con pocas instrucciones y sin ensayos anteriores, se colocó ante la cámara, y desarrolló su papel a su modo; adorné la cinta con títulos más o menos ocurrentes y asunto concluido. ¿Que esto fue de gusto estregado, vulgar…? Nó; sed justos; decid que como cómico, no fue nada, convenido, pero no estragado, vulgar; fué un juguetito. hago esta observación, porque el Dr. Pardo, aunque no ataca directamente esta cinta, sí, por no hacer notar ninguna diferencia, la hace también víctima de su desfavorable opinión, pues afirma, “la película, fuera de la revista, dió al traste con nuestras ilusiones”. Pues bien, propuse a los hermanos Aragón que se llevara a afecto otra cinta de distinto género, aunque pequeña, con tal de que pudiese haber en ella algo bello. Aceptaron, y fué entonces, cuando pensando en qué se haría, apareció en ese instante en mi interior, como se le aparecen a uno tantas cosas, una exhuberante selva, por la que caminaba hermosísima ninfa, perseguida por un sátiro; vi a la ninfa, plena de juventud purísima, de encantadoras líneas y bellísimos contornos, sugestiva hasta lo irresistible. Vi al sátiro, pleno de vitalidad temible. Contemplé la frondosidad de la selva que por todos lados exhalaba amor; pasó ente mis ojos interiores la frenética lucha… Después maduré la idea: hice del sátiro el representante del amor brutal; de la ninfa, la defensora de la pureza; y si la dí por vencida, fue porque así me lo pidió la vida. Hice que antes paseara la ninfa por los senderos entre cristalinos arroyos; que en los límpidos espejos de las aguas admirase sus divinos hechizos; dí al sátiro una lira para que cantara; lo llevé caminando anhelante en busca de la hermosura femenina, en fin, todo lo que fantasía y mi imaginación tuvo a bien servirme para una cinta corta con una sola muchacha y con los pocos elementos de que podía disponerse. Más tarde, pensando en que aquello despedía aroma mitológico, reflexioné, y fuí a consultar la mitología, la cual, confieso, nunca había mis ojos leído; tenía tan pocas nociones de ella: nombres, una que otra vaga idea de trozos de algún pasaje incompleto, visto en este u otro libro. Abrí “Los Dioses de Grecia y Roma”, y sentéme a leer, buscando algo que coincidiese con lo que había ideado. Tropecé con la leyenda de Diana o Artemisa Febea, como los griegos le llamaron. Me encantó . El ambiente purísimo en que ella y sus ninfas vivían, me sugestionó. Sus cacerías, sus baños en los cristalinos arroyos de la Arcadia, acariciaron dulcísimamente mi espíritu; sus impecables cuerpos de formas divinas, arrobaron inefablemente mis sentidos. Recorrí otros pasajes relacionados con el de Diana, y encontré algo que coincidiese con mi fantasía. Según la fábula que encontré, quien sorprendió he hizo víctima de falta grave a Kalistos, fué el poderoso Júpiter, esposo de Juno. Como es algo largo esta fábula, escrita por Publio Ovidio Nason, el exquisito poeta latino, nacido en Sulmona, en el Bratium, el año 43 antes de la Era Cristiana, y que a los dieciséis años se fué a Grecia a perfeccionar sus conocimientos, transcribiré, por ser larga, repito, una sola parte intacta:

“Había el sol recorrido la mitad de su carrera cuando entró la ninfa en una selva respetada siempre por el hacha del leñador y desarmando el flexible arco y librando la espada de la carga del carcaj pintado de mil colores, tendióse en la hierba para gozar en su fatiga de apetecido descanso. Al contemplarla sola y rendida, tomó Júpiter el semblante y traje de Diana y le preguntó: —Hermosa compañera, ¿en qué montes has cazado? —Salve, diosa más poderosa a mis ojos que el mismo Júpiter, dijo la ninfa levantándose… y al disponerse a referir su cacería, arrastrola el dios consigo a pesar de su resistencia, y vuelve luego vencedor a la olímpica morada.

 

“Seguida del coro de sus ninfas, trepa Diana por las alturas de Manalón, satisfecha por la caza de aquel día, cuando ve a lo lejos a la ninfa y cariñosa la llama. Calixto (este era su nombre) teme que otra vez se oculte su seductor bajo el semblante de su diosa; pero al mirar a su lado a las Ninfas, depone el temor y con ella se reune. En su frente, empero, puede leerse la falta cometida; bajos los ojos, silenciosa, inseguro el paso, no se atreve como antes hiciera a andar junto a la diosa ni a ponerse a la cabeza de sus compañeras… Levantábase en el horizonte el disco de la luna, cuando la diosa cazadora, fatigada por el calor de la jornada, dirigió sus pasos a fresca arboleda en donde nacía murmurador riachuelo, allí y admirando la limpidez de la corriente, dijo:

 

—Solas estamos; bañémonos en esas ondas cristalinas.

 

Siente Calixto invadir sus mejillas el rubor de la vergüenza; no se atreve a soltar su cintura, y cuando sus compañeras lo hicieron por ella conoció Diana no ser ya Calixto digna de servirla

 

—¡Huye lejos de nosotras, díjole con enojo, y no profanes esa corriente sagrada!

 

“La esposa del poderoso Júpiter sabe el nuevo agravio a su tálamo inferido, y colmado su furor en el nacimiento de Arcas, hijo de su rival, la castigó transformándola en osa. Los hermosos brazos de Calixto cúbrense de pelo muy largo y negruzco; de su boca sale ronca, desapacible y amenazadora voz, y también dolorosos gemidos manifestando su profundo dolor. Bajo su nueva repugnante forma elévanse sus manos al cielo como acusando a Júpiter por su ingrato olvido; ya que con los labios no puede. ¡Cuántas noches no atreviéndose a dormir en el bosque, las pasó junto a la casa o por los campos que en otro tiempo fueron suyos! A veces perseguíala por las breñas, alborotada jauría, y ella, cazadora, huía asustada ante los cazadores. Olvidando lo que era, ocultábase temerosa ante las fieras, y la voz de los osos y el aullido de los lobos le llenaban de pavor.

 

“Sin haber conocido a su madre perteneciente a estirpe de Lycaon, Arcas contaba ya tres lustros, y un día que andaba a caza de los moradores de las selvas, y armaba sus redes en los bosquecillos de Erymantho, salióle al encuentro Calixto. Fíjanse en él cariñosos los ojos de la fiera, y se adelantó como para abrazarle, en cuyo punto blando Arcas su venablo para clavarlos en el seno materno. Júpiter, empero, no cociente el horrible parricidio, transforma al mancebo en osa; en rápido torbellino los arrebata a través del espacio, y los coloca en el cielo donde forman dos constelaciones. `Ovidio´

 

Estas dos constelaciones son la osa mayor y la osa menor. Esta fue la fábula que coincidió en parte con “La Ninfa Extraviada” o “Kalistos”. En vez de tomar el nombre de Calixto, le dí a la ninfa el nombre griego, aunque algo reformado para ser leído en español: “Kalistos”, me pareció más bonito. No doy aquí el nombre con signos griegos, por no haberlos en la imprenta; lo daré con nuestros signos equivalentes: “Kallistos”; la reforma que le hice fué, para que conservase algo de su sabor griego, dejarle la “K”, y suprimirle una “L” para evitar el sonido que se le daría al leerlo en español. Conocida esta fábula y el pasaje de Artemisa Febea, me vino entusiasmo y escribí en mi mente un argumento, cuya tesis es más o menos esta: cantar la pureza inmaculada de Diana y sus ninfas; hacerla esplender hasta el grado que ella quería: conservarse purísima por siempre y para siempre; divinizar la castidad como ella soñaba: ni siquiera pensar en el matrimonio; idealizar hasta lo último el pudor, con la inexorabilidad de Diana, que no perdonaba sus cuerpos fuesen manchados ni aun con la ingenua mirada del hombre, en fin, la pureza extremadísima, pero contra natura. Después el polo opuesto: El Sátiro. Y para terminar, naturalizar hasta lo posible la divisa de Diana, hacerle un canto a la pureza de la mujer, pero sin mancillar las leyes de la vida; pintar la pureza de la mujer, humanamente inmaculada, es decir: primero, su pureza infantil; luego, en su pubertad, su pureza juvenil, pero sin cerrarle las puertas del amor, sino al contrario, tener un solo amor grande y profundo y elevado; después el matrimonio donde resplandeciera la castidad de la esposa; y al final, lo sublime: el amor maternal. Todo esto escribí en mi mente, y a nadie lo conté; desgraciadamente sólo pudo representarse, sin que llegase a lograr la belleza olímpica que yo deseare, la segunda parte de mi argumento. Me serví del Sátiro porque se imponía para la felicidad del contraste, para la comparación clarísima, para hacer esplender la olímpica vida de Diana, para hacer diáfana la pureza inmaculada de la niña, de la joven, de la esposa, y poder llegar así, a lo sublime: la madre inmaculada.

 

Todo mi argumento, que lo di a comprender en la parte que se representó, está lejos del vulgo, porque está dentro del arte. Primera parte: Diana. Segunda parte: Ninfa Extraviada, amor brutal y desliz femenino no buscado. Tercera Parte: Mujer inmaculada, desde la niña hasta la madre. Esta tercera parte fué explicada en las palabras del título: “¡Preguntad ahora a Romeo y Julieta, cuál es el bello-dulce imperativo psicogenésico!”

 

A tí, sí, mujer, si la forma fué demasiado expresiva sin llegar al extremo y te espantó, te pido perdón por haberte asustado; nunca tuve la menor intención de ofenderte: te revelé algo de lo que debes cuidarte. Yo te saludo, y como siempre, a tus piés.

Enrique Iturribaría

(Petit)

Oaxaca, mayo de 1926.

FUENTE: Periódico El Mercurio de Oaxaca, 16 de mayo de 1926. Fondo hemeroteca de la Biblioteca de Genaro V. Vásquez de Oaxaca. Transcripción por Víctor Vásquez Quintas.

"Mañana se efectuará la Noche Cinematográfica en Aguilera".

Así anunciaba el encabezado una de las primeras muestras públicas de cine en la ciudad de Oaxaca. La nota, publicada el jueves 7 de octubre de 1926 en el Mercurio, adelanta el contenido que mostrará la película "lograda" por don Federico Zorrilla Barrundia cuando asistió como representante del diario El Mercurio al Congreso Panamericano de Periodistas que se llevó a cabo ese año en Washington.

Nota del 07 de octubre de 1926, Periódico "Mercurio".

"Todos... Menos Dejarse Hacer una Fotografía. Los Locatarios de los Mercados y la Huelga". 

 Interesante nota del 1o de octubre de 1926 aparecida en el Mercurio, donde pueden leerse los desencuentros que ocasionó entre locatorios de los mercados de Oaxaca y el gobierno las nuevas disposiciones del Reglamento de Salubridad de ese entonces, entre las que se encontraba la identificación por medio de una fotografía; disposición que varios rechazaron por considerarla denigrante. Nótese por otra parte la posición editorial del periódico al respecto.

Nota del 01 de octubre de 1926, Periódico "Mercurio".

"Oaxaca tendrá este Año sus buenas Fiestas de Carnaval. Ayer se Nombró el Comité Organizador que hoy comenzará a Confeccionar el Programa". 

El primer carnaval de la ciudad de Oaxaca se celebró del 14 al 16 de febrero de 1926 y tuvo en su primera edición a dos reinas: Conchita Corres y Emilia East. La competencia entre reinas ya lanzaba el debate sobre la pertenencia y la identidad oaxaqueña.

 

Fuente: El Mercurio, del fondo hemeroteca de la Biblioteca de Genaro V. Vásquez.

"Fallo el Jurado de Fotografía. Los premios serán entregados en la próxima sesión cultural."

El 22 de octubre de 1926 se dieron a conocer en el periódico Mercurio de Oaxaca los resultados del concurso de fotografía que se llevó a cabo con motivo de la Primera Exposición Regional que tuvo lugar en la Ex Hacienda de Aguilera. Los ganadores fueron Manuel Álvarez Bravo en primer lugar; y con mención honorífica los fotógrafos oaxaqueños hermanos Aragón y Manuel Ramírez.

Nota del 22 de octubre de 1926, Periódico "Mercurio". 

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